EXPOSICIÓN

BUSCANDO LA ISLA DEL TESORO


Europa es un continente aislado por sus fronteras. Amurallado. Convertido en isla por el miedo de sus habitantes. Al mismo tiempo brilla como una luz irresistible para los que, en sus orillas, sufren la oscuridad de la violencia, la pobreza, la degradación humana y ambiental. En ese islote parecen acumularse todos los tesoros, los propios y también los que han sido arrebatado a los países del entorno. Quizá su luz brilla más porque ha absorbido las otras luces, porque ahí se refugian los que han dejado en tinieblas a otros países. Su fulgor es engañoso, a veces mortal y, sin embargo, irresistible.

Europa brilla ante los ojos de muchos africanos subsaharianos como un fuego fatuo. Esas fosforescencias en el aire, por la televisión, el cine, los nuevos últimos de comunicación, atraen irresistiblemente a incontables jóvenes. No importa lo lejos que se encuentren de esa meta quimérica, lo desinformados que estén sobre su verdadera realidad. Europa está lejos, hay barreras que parecen imposibles de rebasar: la distancia, los desiertos, el mar, las vallas, las redadas policiales, las constantes trampas del racismo durante el viaje… No importa. Ellos se arriesgan. Migran hacia ella con la tenacidad de las aves que buscan un alimento que les permita superar el desafío del hambre.

Desde hace años, y esa afluencia parece ir a más, miles de personas intentan cada día superar las innumerables trampas, los fosos de ese castillo encantado. Las fronteras de acceso, es decir, las últimas defensas del tesoro se llenan de víctimas (heridos o cadáveres), como mariposas quemadas en esa hoguera. Es un viaje lleno de emboscadas que muchas veces comienzan en su propio país. Los traficantes de carne humana están haciendo su agosto por todo el continente. También en Europa. Las trampas aumentan en peligrosidad conforme los viajeros se acercan a la meta. Las últimas son las más violentas y mortales. Hemos convertido el Mediterráneo en un cementerio, dice el Papa Francisco.

Hemos querido recoger tres relatos del viaje en un libro que titulamos como esta exposición. El libro no es un artículo periodístico de investigación, ni una opinión sobre el tema de la migración subsahariana. Son relatos vivos. Jirones de tres vidas africanas comprometidas por alcanzar esa isla del tesoro que un día creyeron que era Europa. Hemos grabado directamente estos testimonios en Madrid o Pamplona. Luego los hemos transcrito sin arreglo alguno, fuera de leves retoques por el idioma y el cambio de los nombres propios de los personajes. No existe opinión, ni juicio ajeno, fuera del suyo propio.

Escuchar atentamente a un inmigrante subsahariano es una experiencia de humanidad compartida y extrañeza al mismo tiempo. Les invitamos a hacerlo*. Somos iguales, somos diferentes en muchos aspectos. Es bueno comprobarlo antes de opinar sobre su llegada y su estancia entre nosotros.

* El libro está disponible en la portería de nuestro convento.

 


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