EXPOSICIÓN
AMAPOLAS PRENSADAS / PENSADAS / PRENDADAS Martina Prim Las amapolas fascinan tanto por su belleza simple, natural, que apenas dura si las cortas, como por sus propiedades (...de todo tipo)....
Una lectura para iniciados
Tengamos en cuenta lo tardío de este evangelio. Se trata de un relato muy elaborado, por tanto, con poco poso histórico, aunque por momentos tenga detalles realistas que pertenecen a la memoria del grupo.
Todo el capítulo 20 se compone a partir del tema del reconocimiento. Un tema presente en la literatura bíblica, cuando un personaje divino es reconocido más allá de su envoltura humana. Solo que ahora lo humano no es una simple envoltura, sino que pertenece a la misma revelación.
En este capítulo culmina la narración teológica del evangelio de Juan. Para el narrador, el acontecimiento de la resurrección y la experiencia de la resurrección ocurren el mismo día de Pascua. Pascua y Pentecostés (no hay Ascensión) para Juan constituyen un único acontecimiento: Cristo inaugura el tiempo del Espíritu. Ese don realiza las promesas hechas en los discursos de despedida.
Pero, todavía, en ausencia de Jesús, están llenos de miedo, temen ser perseguidos por su relación con el ajusticiado y están aislados del mundo.
Jn 20,19-23
Al atardecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Se constata la promesa de plenitud que se ha realizado de todo lo que había sido el mensaje del Jesús histórico. Es la etapa definitiva de la creación, el tiempo mesiánico, el día terminado. Y eso se hace con el regreso del resucitado al interior de la comunidad, que es ya la comunidad mesiánica. El auténtico testigo de la resurrección será el grupo cristiano que, con su estilo de vida, actualiza el de Jesús en el evangelio. La salvación se realiza en la historia. La resurrección, más que un conjunto de verdades confesadas es un dinamismo de vida, una forma de vivir.
El realismo histórico de su Encarnación subsiste entonces en un grupo particular: esos pocos judíos que lo han visto y que pueden atestiguar que ha estado allí son también los testigos espirituales de su presencia entre ellos. La expansión de la fe es real porque hay una expansión de la comunidad; continúa a través de la multiplicación de los creyentes que aprenden a encontrarle en las diferentes situaciones; hace estallar las fijaciones que se debían al realismo de la Encarnación: fijación étnica del pequeño grupo reunido en Jerusalén; fijación mental del recuerdo que se ciñe a la literalidad de sus palabras; etc. Así se manifiesta la naturaleza de este realismo. Los nuevos fieles, recibiendo de los antiguos la tradición de la fe, pero hablando del Espíritu en lenguas extranjeras, rompiendo con su propio testimonio la homogeneidad que se había creado entre los primeros hermanos, muestran que el Verbo no puede ser retenido en el lugar primitivo de su encarnación y que sigue siempre ligado a los hombres y a los lugares.
Una mirada a nuestro hoy
El evangelio de Juan tiene un tema que retoma sin cesar y expone desde diferentes perspectivas: el de la fe. ¿Cómo nace la fe? ¿Cómo se estructura? ¿Cuáles son sus dificultades? El evangelio de Juan se presenta como un drama de la fe; es decir, la fe en acción.
Les propongo que pensemos, en nuestro tiempo, alguna de estas imágenes evangélicas:
Entrevista con Christian Bobin
La fe es la vida en su mayor intensidad. No tiene que ver con un aparato burocrático o administrativo, ni con cardenales o el Papa. En nuestra sociedad occidental hay una enorme dificultad en trascender la institución y llegar a aceptar la fe. Es como si la sociedad tuviera dificultad en perdonar a la institución que la representa, sea la Iglesia católica u otras, por el hecho de encontrarla en el camino. Entonces tienen a la fe como algo que no está de actualidad. Algo viejo.
Pero debemos olvidar esa faceta institucional, yo lo dejo a un lado. Si tiramos todo, es como si arrojamos al niño con el agua sucia de su baño. ¿Por qué no olvidar las instituciones? Pero no dejar toda esperanza, ni olvidar la fe. La vida es como un cajón de sastre, como un eco múltiple.
La fe es tocar, por un momento, lo más caliente de la vida. Es el culmen de la experiencia humana. En ella hay algo que jamás se destruye, ni en los peores momentos. No es la recitación de un dogma, no es un banco que está en el cielo, esos banqueros que de vez en cuando nos pedirán cuentas. La amnesia carcome todo, comienza a acaparar todo. La fe es como un salto infantil por encima del río de la muerte. Es la atención llevada a lo vivo.
[1] Están en el atardecer o en la noche en que el Señor los va a sacar de su opresión. Ya había dicho en el Éxodo: Esta noche el Señor estuvo vigilante para sacarlos de Egipto. Esta es la noche del Señor, la noche en que, en su honor, los israelitas también deberán estar vigilantes, generación tras generación (Ex 12,42).
[2] Todas las escenas de este capítulo 20 tratan de la relación entre el ver y el creer. En nuestro pasaje de hoy, los discípulos, temerosos y encerrados, se llenan de alegría al ver al Señor. Esa relación ver/creer es lo propio de la fe pascual. Por eso decimos que este capítulo narra el nacimiento de la fe pascual.
[3] Dentro de poco el mundo dejará de verme; vosotros, en cambio, me veréis 14,18-19; 16,18ss. Jesús regresa y el grupo de los suyos tiene que ser capaz de verlo. La posible queja de los recién convertidos, que no habían conocido directamente a Jesús, así como el miedo de las comunidades a quedar solas, y por tanto verse privados de la relación con Jesús y con el Padre, pierde su fuerza con el don del Espíritu.