EXPOSICIÓN

TRES ARTISTAS DE LO SACRO


SIEGER KÖDER

Sieger Köder (1925-2015). Durante la II Guerra Mundial, fue enviado al frente en Francia, donde fue hecho prisionero. Una vez liberado, estudió para ser grabador y orfebre. Después de 12 años enseñando arte y trabajando como artista, Köder hizo teología y se ordenó de sacerdote católico en 1971, a la edad de 41 años. En una entrevista de 2009, dijo: Espero poder predicar con cada pintura, no solo hacer fotos. Quiero que la gente vea las imágenes, por supuesto, pero si aparece el mensaje de mi más profunda motivación para pintar, espero que el mensaje del Evangelio también llegue con él.

ARCABAS

Jean-Marie Piro (1926-2018), conocido como Arcabas. Su trabajo, que se suele inspirar en parábolas y otras historias de la Biblia, se presenta a menudo lineal y narrativo, como frescos policromados de intenso cromatismo. De una entrevista en el libro (Conversaciones espirituales): Me alimenté de grandes cuadros, intenté penetrar sus secretos. Sin duda no habría podido desbrozar progresivamente mis propios caminos de libertad sin esta mirada insistente y penetrante de las obras de mis grandes predecesores. Para ser creador, primero hay que heredar.

Poco a poco aprendí a jugar con los colores, con toda clase de tonos, cálidos, fríos, las respuestas entre los colores, como un músico lo hará con las notas.

Es muy misterioso y muy conmovedor descubrir que mi deseo, mi aliento, mi mirada, mis manos, mi ser entero, han sido instrumento en manos de Otro. Descubro a veces en mis cuadros señales, palabras que no me imaginaba haber colocado allí. Como si Dios mismo hubiera tomado el pincel. Alguna vez me digo que no debería firmar mis cuadros, tan cierta es la sensación de no ser el verdadero autor, sino más bien un humilde trabajador.

El artista no es un catequista, no pinta dogmas. Sigue una inspiración que no es, en mi opinión, ni profana, ni sagrada.

No creo que exista una auténtica línea divisoria entre lo profano y lo sagrado. Lo sagrado está presente por todas partes. A partir del momento en que un hombre se eleva un poco por encima de sí mismo, entra en el territorio de lo sagrado. Estoy convencido de que todo es sagrado, porque todo, absolutamente todo en la naturaleza y en el hombre, es obra del Creador: la naturaleza, los animales, la humanidad. Para hallar lo profano sería necesario que me liberase de una sustracción imposible. Por la misma razón que la separación entre alma y cuerpo es imposible, según mi opinión. Al encarnarse, Cristo se hizo alma y cuerpo. No lo olvidemos y no cedamos un ápice a un nocivo maniqueísmo.

Haría muy mal separando mi vida de mi pintura. La Biblia concede, en un único movimiento, la inspiración al pintor y al creyente. ¡Qué riqueza simbólica, narrativa! ¡Qué poesía! ¡Qué humanidad también en este Libro donde todos los sentimientos humanos están presentes! La Biblia se ha convertido en mi pasión, no dejo pasar una semana sin zambullirme en sus páginas. Poseo muchas traducciones que me permiten escuchar una cierta polifonía. Lea cien veces un mismo texto y siempre encontrará alguna novedad. Cuando tengo que responder a una pregunta concreta, cuando me encargan pintar una escena bíblica, me meto en el texto. Con frecuencia vuelvo una y otra vez sobre la misma página, incapaz de dejar de leer. La Biblia es la savia que necesito para pintar y vivir.

Es una química misteriosa. Mi fe en Dios me ayuda a pintar, pero la pintura es también una senda hacia la fe. Soy tanto un creyente que pinta como un pintor que intenta creer.

ANTONIO OTEIZA

Antonio Oteiza nace en San Sebastián (Gipuzkoa) el 26 de junio de 1926. En 1945 entra en el noviciado de los Capuchinos, siendo ordenado sacerdote en Madrid (1953). Antonio inicia su carrera como artista realizando sus primeras obras en la década de los 50. Del Catálogo de su Exposición: El Aura Sacra, extraemos sus pensamientos sobre el tema: Lo sacro en arte es un adjetivo que se hace sustantivo, que se independiza, se hace espíritu, realidad invisible que se hace visible. Para la percepción de lo sacro en el arte, la razón deberá acompañarse del sentimiento religioso. El espectador de la pintura sacra precisa de cierta empatía para descubrir su aura religiosa.

La simplicidad camina en cercanía con lo sacro, se hace suficiente y lo llena todo. Lo sacro crece por una senda de eliminaciones, por un mayor silencio, para que la audición sea más perceptible. Un espacio de ausencias, lugar que se ha desocupado, nos puede sugerir un vacío positivo, un anhelo del espíritu.

Ir suprimiendo material, figura visual, es la tendencia natural para un arte sacro.

El aura es lo que testifica la calidad de la obra. Para el encuentro con el aura se precisará de alguna disposición, su hallazgo dependerá de su grado receptivo. Si no se acepta lo religioso, difícil será también el encontrarlo en una obra sacra. Cuando lo religioso se integra en el artista, la obra lo descubre.

El aura se revela desde la experimentación y está al margen de toda comprobación. Lo opuesto al aura es la mentira.


GALERÍA DE IMÁGENES


 

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